viernes, 1 de marzo de 2013

NADA QUE PERDER

A algunas personas, algunas veces, en algunos tramos de la existencia; la vida nos obliga a convivir con la falta  de respuestas. Allí donde hay algo que no se comprende, y cuyo motivo parece demasiado pequeño o demasiado exorbitante como para obturar una herida, existe una señal que indica que estamos condenados a soportar una falta, o la inexistencia de un "tapón" que vele la carencia de significado. Quizá por eso, llenamos nuestra vida de actividades, de juicios, prejuicios, de gente, de lecturas, de salidas, y en síntesis, de lo que puede resumirse con la palabra "objetos". Necesitamos no tener espacios llenos de "nada", y hasta creemos irracionalmente, que un celular más moderno, un amigo, o una pareja, pueden llenar los huecos que nos torturan en los momentos de desesperación por esa sensación de "vacío".

Quizá por eso, y como defensa ante la angustia por "la nada", erigimos también un montón de monumentos recordatorios en nuestra memoria. Monumentos al momento más bello, más tierno, más terrorífico, más dulce, más amoroso, más feliz, más pleno, más penoso, más aciago, más dramático, más fabuloso, increíble o mágico; y tenemos un álbum lleno de fotos a las cuales poder  acudir, cuando nos asaltan los tiempos de la nada; pegando en el lugar vacío, la figurita que contenga algún recuerdo que nos haya hecho sonreir.  Aún así, la estrategia no suele funcionar, pues comenzamos a notar que aquel vacío que intentamos tapar, asoma por uno y otro lugar; y ante la aparente imposibilidad de encontrar una salida satisfactoria, comenzamos a convencernos de que al fin y al cabo,  nada podrá cerrar ese boquete que llevamos como una herida. Nos cuesta mucho entender que el pasado es siempre pasado, y  que la acumulación de cosas "buenas", no tiene vigencia para jugarse en tiempo futuro porque sólo tiene valor para el presente.
Ante esa evidencia, proseguimos el camino mirando el agujero de soslayo, y solemos autoengañarnos diciéndonos que ya hemos hecho todo lo humanamente posible, que hemos crecido y madurado lo suficiente como para creer en pájaros de colores,  que lo nuestro es realismo. A partir de ese momento, habrá que convivir con una curiosa forma de negar nuestra vacuidad,  mientras seguimos intentando llenar los agujeros  con dinero,  amores,  amantes, aventuras, dulces, viajes, conocimientos, hijos, amigos salidas; o cualquier cosa a la que hayamos objetivado como un bien acumulable.   Nos armamos de una gran proveduría a la cual llamamos experiencia, comenzamos a sentirnos "conformes" con lo hecho,  no hay ya nada que pueda asombrarnos; y probar con modificar nuestro destino, es algo que ya después de la adolescencia, hemos descubierto que no vale la pena. El álbum está completo, y sólo queda sentarnos a esperar que los cambios, provengan desde el exterior; puesto que después de todo, es más fácil que llegue un tsunami, a que abandonemos nuestra postura para ir en búsqueda de algo que le de sentido a la existencia. No suena terrible?. No obstante, suele ser verdad.
Por desgracia, -o quizá no tanta-, la nada también se presenta en forma tangible; y a través de algún tipo de catástrofe, dolor, muerte, enfermedad, separación, o crisis; podemos llegar a hallarnos cara a cara con la amenaza de un real pozo de sinsentido. En la convivencia breve con esa realidad, las personas nos descubrimos capaces de una respuesta sumamente creativa, y de un salto cuantitativo acerca de las posibilidades de superar y crecer en muchos y varios sentidos. Caer en la cuenta de que tenemos el tiempo contado, puede animarnos a lanzarnos sin temor, en dirección de algo que tenga un real significado para nuestra existencia; puesto que a esa altura. hemos llegado a vivenciar lo que realmente significa esto de no tener nada que perder.

Dejar de escuchar el ruido que hacemos nos puede dejar en silencio para así percatarnos de lo que realmente tiene sentido. No todos serán valientes al convivir una temporada con su silencio interior, sin embargo, quien se anime, podrá ser conducido al encuentro de una nueva significatividad, en la cual  escuchar primero, las propuestas de nuestra propia y única voz.
Como siempre, el mejor modo de vivir, es en tiempo presente, puesto que lo que hagas pensando en un mañana,  se develará como inservible para tal tiempo. Nada tiene efecto tan prolongado; porque además, deberíamos saber que nosotros cambiamos y las circunstancias, suelen hacer sus grandes modificaciones.
En síntesis, a "seguro", como decían los viejos, siempre se lo terminan llevando preso; y el único modo de hallar una dirección creativa,  no es acumular, sino, por el contrario, estar en condiciones de no tener nada que perder.

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