miércoles, 20 de marzo de 2013

MANIPULACIÓN, VENGANZA Y JUEGOS DE PODER


Hay momentos en la vida en donde una especie de enojo profundo y quemante, sube a la superficie y transforma nuestros sentimientos en algo que se parece mucho más a la envidia que a cualquier sentimiento positivo que podamos albergar. A pesar de que nos ufanemos de no haber sentido jamás algo así, de repente nos encontramos "persiguiendo" los pasos, los escritos o las actividades de una persona, con el sólo fin de espiar lo que hace o dice y poder someterla una crítica despiadada e incluso cruel; o intentamos por uno u otro camino asestarle algún golpe no de puño sino emocional, psíquico o intelectual, al que reciba como "revelación" de nuestro poder de impacto. Es como si lo único que nos interesase fuese dañar a ese otro por habernos despertado algo que ni siquiera nosotros nos animamos a definir ni a confesarnos a nosotros mismos, pero que nos convierte en seres compulsivos, ensañados con quien creemos que nos provoca tal odio a causa de situaciones que nos han tocado algún punto que ahora ha reaccionado con un tremendo dolor, enojo u odio, y cuya magnitud incluso carece de proporción lógica. No obstante, muy lejos de la superficie de nuestra psique, y bajo muchas capas de represión, bulle la lava de un volcán que como tal ha esperado mucho tiempo para temblar de ira y comenzar a despedir sus primeros vapores. Avisados de este modo de que algo está por explotar, las personas que tenemos alrededor, huyen despavoridas antes de ser tapadas por la erupción; y sin tener nosotros la más mínima consciencia de nuestra actitud, interpretamos esa huida como el mayor de los desprecios, la mayor de las humillaciones, y la confirmación de nuestra sospecha respecto de estar siendo despreciados y humillados. Nuestra vida se vuelve un cavilar constante acerca de este enojo irracional y profundo, y el tiempo se vuelve un eterno juego de manipulación e indirectas que convierten en un infierno nuestra vida y la de los demás.

Debajo de esta conducta está almacenado un gran dolor y una gran frustración emocional que ha quedado viva y furiosa en nuestro inconsciente desde los tiempos en que la palabra y el movimiento voluntario no existía, y que por ello dependíamos de otros para poder vivir. Un bebé de días o meses, siente que si no, llora no come; y que si no come, se muere. La satisfacción de una necesidad básica nos remite más tarde a ser queridos, y la frustración de la misma en forma inmediata, termina para algunas personas por singificar abandono, desprotección y desprecio. El temor que produce la incertidumbre de un bebé que desespera por no ver a mamá en el horizonte considerándose arrojado a la nada, es la base de ese sentimiento que de adulto se hace presente cuando se pretende dañar a quien de alguna forma, consideramos que nos ha frustrado, postergado u olvidado.
Cada vez que intentamos "vengarnos" veladamente de alguien, o inducirlo a algún tipo de malestar para que sienta el aliento de nuestro  poder, no estamos más que actuando como niños impotentes que precisan la teta que no aparece; solo que ahora somos grandes, y podríamos pedir y conversar acerca de lo que nos ha dolido o lo que nos hace falta. Como dice la ley física, nada se pierde, todo se transforma, y estas son energías que se han enterrado pero no desaparecido; y que muchas veces sentimos como una amenaza que se esconde como un monstruo debajo de la cama, en el placard, o nos suelta el aliento en nuestras espaldas. Quizá el poner estas palabras en la consciencia, nos sirva para preguntarnos si vale la pena ensañarnos con personas y situaciones,  como si de ellas dependiera realmente nuestra vida. Por otra parte, aceptar que esto nos pertenece, nos convierte en seres humanos; mientras que negarlo, agrega una capa más de piedras, que algún día explotarán hacia afuera, o implotarán y nos dañarán por dentro.
Que tengas un buen día!

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