lunes, 10 de febrero de 2014

PAGAR LAS PROPIAS FALTAS

Cuando un paciente falta a su sesión es porque tiene algún "entuerto" que solucionar y supone que lo hará faltando a su terapia excusándose por mil y un motivos que a su modo de ver, lo eximen de acudir y justifican su ausencia. ¿Por qué habría alguien de suponer que la solución de un problema excluye necesariamente al diván, si desde el momento en que decidió comenzar a hacer terapia aceptó que sus problemas no podían ser resueltos en la soledad de su mente?. Por qué incluso podría darse una suba oportuna de alguna fiebre unas horas antes de tener que ir al sillón del psicoanalista?. Pues bien, a no ser que se trate de una falta por muerte o enfermedad invalidante, -lo cual sí es justificable-, no hay motivo para no ir salvo lo que llamamos "resistencia", es decir el "temor" a encontrar que somos responsables de lo que nos sucede. Este es un esquema escueto para describir de forma aún superficial el por qué las sesiones se cobran cuando la ausencia se produce, ya que toda resistencia generaría la necesidad de huir del lugar en donde tomamos consciencia de que no existe nadie más a quien culpar de nuestros avatares. Nuestra falta no tiene por qué ser pagada por otro, y es preciso hacernos cargo de lo que hacemos, cuando lo hacemos y como lo hacemos. Por otra parte, en ese pago se mide el valor que le damos a nuestro tiempo, aprendiendo a respetarlo y a colocar los límtes a donde nos son necesarios para poder tomar referencia de nuestra interioridad. Si no fuera así, el análisis pasaría a ser una charla con un amigo postergable, modificable en tiempo, horario y duración, y dependiente también de la tolerancia que el otro nos tenga por afecto. Comenzar un análisis implica cortar el círculo vicioso de la queja y el padecimiento, y esto se logra solo ocupando el lugar que es nuestro y de nadie más teniendo ello un costo: saber que no somos lo que otro desea que seamos, sino que somos sujetos de nuestro propio deseo capaces de elegir en lugar de ser elegidos.

domingo, 9 de febrero de 2014

PSÍMBOLOS: EL DRAMA EN NUESTRAS RELACIONES y EL EDIPO QUE NOS PARIÓ

EDIPO Y LA REPETICIÓN DEL MITO EN NUESTRAS RELACIONES. "El oráculo había prohibido a Layo tener hijos. Por eso cuando nacióEdipo, el niño fue entregado a unos pastores para que lo expusiera en el monte Citerón, de donde fue recogido por alguien que lo llevóante el rey de la ciudad de Corinto. El destino de Edipo señalaba que él seria el asesino de su padre y que después sería padre de sus hermanos ya que tendría hijos de su madre.
Para evitar que se cumpliera semejante oráculo, Edipo huyóde Corinto, y de aquellos que creía eran sus padres. El azar lo conduce al cabo de varios años a que en un cruce de caminos mate a su verdadero padre, Layo, desconociendo su verdadera identidad. Asífue como se presentóen la ciudad de Tebas donde acierta a descifrar un enigma de la Esfinge que tenía tiranizada a la ciudadanía de aquel estado. Como mérito a su hazaña desposa la esposa del rey, Yocasta, quién es su verdadera madre. Cuando se descubre la verdadera situación de sus actuales relaciones familiares parte al destierro, ciego, acompañado de su hermana-hija Antígona como lazarillo."

Referencia: Dioses y Héroes de la Mitología Griega

© Apocatastasis: Literatura y Contenidos Seleccionados




Algunos más otros menos, conocemos las implicancias de Edipo en nuestras vidas, y en una simplificación excesiva, solemos asociarlo con el amor al padre de sexo contrario. No obstante una lectura algo más creativa podría estar diciéndonos que huir del destino no es posible siendo que el destino está directamente relacionado con nuestras raíces, y que por más que queramos diferenciarnos de esos padres a los que hemos criticado despiadadamente por su abandono, por su destierro, por su ambición, o cualquier tipo de faltas, terminaremos enredados con ellos a través de figuras que nos devuelvan el problema que con ellos quedó sin resolver. Por medio de nuestras relaciones de pareja, con nuestros hijos, etc., terminamos lidiando con ellos en la vida cotidiana a pesar de no ver, -de estar ciegos-, del parecido y repetición de historias. El día que nos arrancamos los ojos, es decir, que podemos mirar y ver hacia adentro en lugar de guiarnos por la fascinación de las imágenes superficiales con las que creemos haber tomado distancia de nuestra historia, llegamos a tomar consciencia de nuestras repeticiones permitiéndonos así comenzar un camino distinto, en tanto que seguir enfocando nuestros ojos viendo lo que queremos ver, nos deja permanecer en la ceguera y pegados a una herencia que se transforma en oráculo y en destino. Cuando Edipo decide cegar sus ojos para no caer en el hechizo de las imágenes, se dispone a escuchar una VOZ como guía, y el hecho de que sea una voz femenina, -la de su hermana-lazarillo-, remite al inconsciente, a lo que no se ve y está oculto en lo profundo de la psique. La hermana no es la madre, no es la historia en sí, es parte de ella y es la posibilidad de su modificación, y es que con rechazar nuestro pasado, no haremos más que repetirlo.
Repetirlo en frustraciones, en conflicto con los hijos, con las parejas, con las personas significativas de la vida.

Recuerda: solo se puede modificar lo que se hace CONSCIENTE. Y la CONSCIENCIA duele como el poder de la luz hiere al ojo que estuvo mucho tiempo en la oscuridad. -Gabriela Borraccetti-