miércoles, 3 de abril de 2013

ECOLOGÍA DE LA AMISTAD




Algunas veces nos damos cuenta que una amistad repentinamente ha terminado; y al hacer el balance; registramos hechos que denuncian en tono menor, - pero no por ello menos alarmante-, que debajo de una sonrisa de bienvenida, se ocultaban muchas tristes competencias, desacuerdos o diferencias. Solemos tomar esto como algo personal, sin embargo, ciertas discrepancias, sobre todo cuando surgen sorpresivamente, parecen provenientes del mal metabolismo de dolores lejanos; que seguramente tienen características infantiles, y que comparadas con la reacción actual, parecerían desproporcionadas. Advertimos en algún momento, que los celos y las envidias pequeñas, pudieron despertarse en algún momento desconocido, y que por lo visto, para estallar en una ruptura, tuvieron que ser no sólo acumulables, sino indisolubles, -como las botellas de plástico que se tiran al mar-; debiendo ahora comprender, que poco podíamos hacer para calmar esos viejos ecos de heridas pasadas, que para colmo, se creen superadas. Caemos también en la cuenta, de que las creencias de uno, lejos de ser indiferentes, daban en el centro del temor del otro; y que muy a nuestro pesar, habíamos ofendido seguramente y más de una vez, a algún dios que el otro guardaba en un secreto tan profundo, que era ajeno a él mismo. Así llega un día en el que se terminan los llamados; y uno sabe que eso es correcto. Pues no existe amistad cuando se intenta disolver con la tolerancia, algo que tiene más que ver con las heridas que se arrastran desde siempre, y que muchas veces volcamos sin un mínimo de consciencia en nuestros vínculos. Sólo reconociendo sinceramente los problemas que llevamos a cuestas, es posible derrotar a un ego omnipotente que se cree superado; yendo por la vida ciego a los gestos, y sordo a aquello que se nos reclama como una falta persistente de nuestro carácter.

Por otra parte, la cuestión no está en extirpar el "defecto", sino aceptar que muy posiblemente seamos no tan santos, no tan transparentes, y en definitiva, tengamos que convivir con la consciencia de no ser solo la llama de luz, sino también la oscuridad que nos rodea.

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