domingo, 21 de abril de 2013

SOLUCIONES GRATUITAS, ALTOS COSTOS

Ella era adolescente; y con 13 años y las hormonas jóvenes, se dejó llevar en el impulso de mantener relaciones sexuales sin tomar en cuenta que el embarazo, -entre otras consecuencias-, era una posibilidad.
Nacida en una familia de principios morales rígidos y una relación sumamente conflictiva con su madre, no encontraba ahora consuelo para disolver la duda que en su cabeza, giraba segundo tras segundo, y hora tras hora, imaginando verse expulsada de su hogar, y con un niño pesándole en los brazos. En medio de la desesperación, y con una confusión emocional superlativa, en lugar de recurrir a un examen de sangre para la detección de embarazo, se decidió por una "videncia gratuita" que encontró por internet; después de todo, su culpa era tan atroz, que no pensó en pedir dinero a sus padres, a sabiendas también, de que debía justificar el gasto mostrando el objeto que había adquirido. Esta vez, no eran caramelos, no eran adornos para el cabello, no era un c.d., ni un jueguito para la compu. Por este motivo, la puerta de salida, terminó por ser algo que se le ofrecía gratis, prometiendo darle excelentes resultados.

Como si el miedo, la desesperación, el desconcierto, y la culpa fueran poca cosa para sentirse condenada; la consulta con la mujer de turbante, agregó una pizca más a su pánico. Según le había dicho, ya se encontraba gestando a un niño, y no tardaría en ser algo obvio en el transcurso de un tiempo, gracias al obvio crecimiento de su abdomen. Por tal motivo, sería urgente y muy acertado a criterio de la "vidente natural", adquirir un talismán que ella misma confeccionaría para subsanar el problema, a cambio esta vez, de un pago bastante subido de tono, pero directamente proporcional al pánico que nublaba toda razón, todo criterio lógico, y toda efectividad en el accionar de la joven. Aterrorizada, recurrió a una amiga cuyos padres acostumbraban pagarle una mensualidad; y en un acto de arrojo, le pidió que por favor, que la ayudara a comprar el talismán, y como refuerzo y por las dudas de que éste no funcionara, unas pastillas que le habían recomendado para provocarse un aborto.

La historia terminó en un mar de sangre, cuya única ganancia perteneció a la mujer de la ayuda gratuita; observándose que el regalo de la gratuidad, condujo a la adolescente a pagar con el cuerpo, aquello que no pudo procesar correctamente en su interior. Es casi obvio que la protagonista de esta historia, ha hecho una cadena de opciones que parecieran ser más un autocastigo inconsciente, que una puerta de salida; puesto que al fin de cuentas, la culpa intolerable por haber transgredido una prohibición, convirtió una suposición, en una desgracia que pagó literalmente con su sangre, dejando a la vista de sus padres, aquello que había querido ocultar.
Muchos se dirán a sí mismos, que ya son grandes y bastante expertos como para quedar atrapados en estos conflictos invisibles; y sin embargo, el adulto ya mayorcito, ha escondido de su visión y de su consciencia, todo aquello que en el fondo, sigue reclamando libertad; y llevándolo por caminos bastante arduos y retorcidos, para desembocar en algún momento en una gran crisis que lo obliga a cambiar.  De hecho, somos infantiles cuando seguimos sosteniendo que para salir de los problemas, no hace falta pagar ningún costo:

Un matrimonio que se realiza por temor a la soledad, pagará el costo de sentirse solo aún estando acompañado. 
Salir de tal situación, implicará el costo de la libertad y la responsabilidad por el propio sostén. 
Si hubo hijos, el costo será responder por ellos aún habiendo disgregado la familia; 
Y negar este hecho, tendría como costo, una batalla eterna entre padre y madre, colocando a los chicos en el lugar de las balas de un cañón, o los escudos de su guerra.  

Nada que precise cambiarse en favor de un crecimiento real e interno, puede lograrse gratis. Aprender a responder por nosotros mismos, implica la lección de reconocer que para llegar a donde queremos, y para ser quienes realmente somos, debemos trabajar, esforzarnos y empeñarnos en desenmascarar nuestros propios engaños acerca de quienes creemos ser. Todo en la vida tiene un costo; y lo bueno de esto es saber que en la medida en que se toman las decisiones en libertad y concordancia con nosotros mismos, va disminuyendo el dolor, y los costos que se pagan, son como la sarna con gusto; esa que no pica, simplemente porque nos lleva a rascarnos donde más nos gusta.  
No venimos a este mundo con un certificado que nos garantice que nos aplaudirán por ser quienes somos. Por lo general, todos debemos definirnos en medio de pruebas, de rechazos, de tiempos de ensayo-error, de decisiones, y de elecciones que muchas veces tomamos desde un lugar que tiende a evitar el conflicto con quienes nos rodean. No obstante, con el tiempo aprendemos que hay que desaprender, desandar ese camino, y volver a repetir la lección, pagando el costo de haber estado obedeciendo, evitando, temiendo, padeciendo,  para adquirir la libertad de quien realmente comienza a crecer sin que nadie apruebe sus elecciones. 
Debemos tener sumo cuidado con creer en lo gratuito; pues hay muchas maneras de camuflar un costo, y el más doloroso es el que involucra repetir la infelicidad y el padecimiento en nuestra propia vida. 

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