miércoles, 17 de abril de 2013

QUE ES SER VIEJO

Acabo de ver una foto de alguien cuyas canas y arrugas me han sorprendido. Tiene casi mi misma edad, y su  reflejo me impacta, porque en él puedo ver también lo que está sucediendo con mi cáscara, a la que obviamente miro con piedad día a día, para no asustarme del paso del tiempo.
Me quedo observando un rato, y pensando en los días en que jugábamos o nos peleábamos, y éramos pequeños. Y vuelvo a echar un vistazo hasta notar que quizá lo que más me impresiona, no es su apariencia física sino su postura. Su cuerpo , -delgado y bien conservado aún-, tiene los hombros caídos, tanto como su mueca cansada que hace un esfuerzo por disimular que estar en un lugar del que tal vez, quisiera huir. Me llama la atención ese rictus que muestra su espalda, no por el peso de los años, sino por dejarse caer un rato, gracias al cansancio de haber corrido siempre para cumplir: cumplir con el deber de trabajar en algo que se detesta, el deber de estar obligado a sostener una familia a costas de anular la propia creatividad, el deber de pagar los impuestos aunque te roben, el deber de dejar a tu hijo más horas en manos de terceros porque como padres, no hay tiempo para dedicarles, sino solo para trabajar.
Entonces me pregunto por el auge de la estética, y me doy cuenta de que es un cuento que intenta corregir en el lado externo de nuestro ser, una sequedad interna; pueso que, de qué servirá un lifting, un cuerpo que parece 10 o 20 años menos, la vestimenta de un joven; si la cabeza no puede ir más allá de sus obligaciones?. Me pregunto si alguna vez nos acordaremos de que ser viejo, no es que se te arrugue la piel para intentar corregir los efectos de la ley de gravedad en él; sino la actitud ante una vida que solo nos mantiene jóvenes, si nos preocupamos por mantener ágil todo aquello que no se ve: el pensamiento, las ideas, el alma, nuestro espíritu y todos esos sentimientos que se cultivan, solo si uno le da espacio a algo más que a las preocupaciones y obligaciones diarias. Llevamos el desgaste en el cuerpo, e intentar evitar lo inevitable, necesariamente conduce a una frustración que al final, te muestra lo inevitable. Esa actitud, es tan sólo una máscara, una pérdida del valioso tiempo que podríamos invertir en filosofar, en tomar más vino, sentarnos con amigos, criar a nuestros hijos, y reclamar un tiempo para jugar con los nietos, en vez de criarlos. Hemos perdido la calidez de los vínculos, junto con la capacidad lúdica y de comunicación de corazón a corazón; ya que este ritmo de vida, -superficial, obligatorio e inexorable-, nos mantiene tan distanciados de lo verdadero, como para impedir que podamos hacer algo más que cuidar una cáscara destinada a la pudrición.  ¿Que vínculos felices pueden tejerse en medio de la obligación de trabajar de sol a sol, sin tener un segundo para los afectos, y buscar afanosamente vacaciones o tiempo de sobra, como para poder ver, visitar y besar a quienes queremos?. No olvides que el tiempo no retorna, no olvides que este minuto se te está escapando. No olvides esto porque es lo único que puede urgirte a buscar más allá de una apariencia bella, aquello que realmente puede hacerte feliz.  No te olvides de ingresar en tu interior, y despertar a tu vocación aunque sea como un hobby; porque ello será lo que te mantenga con vida, pleno y jóven.
Lamentablemente se nos ha enseñado en estos años, a consumir para rejuvenecer, pero nada de lo que está fuera de nosotros, puede ofrecernos un lifting del alma. El verdadero rejuvenecimiento está en la alegría de hacer lo que más amamos, de poner afuera lo que nos expresa en ideas, en arte, en creaciones, o en lo que pueda llevar nuestro acento tan único y personal, como el ADN o nuestra huella digital.
Busca, y no te vayas sin haber dejado nacer lo verdadero y escencial que vive dormido en tí, porque ser o convertirse en viejo, es olvidarnos de lo que nos hace especiales, no necesarios ni bellos por fuera.

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