lunes, 28 de enero de 2013

CADENAS ASOCIATIVAS

¿Cuántas cosas tomamos a mal por haber asociado una palabra a una connotación o ámbito despectivo? Por ejemplo, la palabra "manipular" o "manipulador", ha quedado relegada a lo sórdido; cuando en realidad se trata de la acción sutil y precisa que se contrapone a la directa, evidente e impulsiva dirigida hacia determinado fin.
Este hecho es simplemente un ejemplo más que común, y que todos podemos observar con toda claridad en este instante. Sin embargo, dicho "error" se suscita cotidianamente todo el tiempo, en el momento en que dos personas entran en diálogo. No son pocas las discusiones y desavenencias que se producen por connotar lo que alguien nos dice, en forma negativa; respondiendo a su vez, con el tenor que creemos correspondiente, y dando así a nuestras palabras un cariz cada vez más agresivo en respuesta a lo que hemos considerado ofensivo.
El problema esencial de la comunicación, es que se encuentra sujeta a las asociaciones que interna e inconscientemente hayamos establecido entre las emociones y el lenguaje; encontrándonos condicionados a percibir del otro, algo que llevamos dentro como una herida o como una cualidad. Para quien ya han recorrido el camino de desandar sus imágenes y autoimágenes negativas, existirá la posibilidad de no caer en un círculo de retroalimentación del mismo signo; sin embargo, quien no sana sus heridas, va sintiendo que el mundo a su paso lo lastima.
El gran avance que realiza aquel que se suelta de los condicionamientos pasados, radica en poder cobrar perspectiva, y salirse de un círculo de agresiones percibidas y devueltas. Una vez afuera, la escalada del insulto, la agresión y la ofensa; cede su paso a una espiral bastante más amorosa que lejos de lastimar; nos sana y nos coloca en un estado de armonía.
Estar atentos al momento en que nos ofendemos, puede abrirnos la puerta de una comprensión mayor acerca de quiénes creemos que somos.

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