lunes, 4 de febrero de 2013

LOS CAMBIOS QUE NO CAMBIAN NADA

Los cambios jamás se hacen optando por pasarnos a la vereda de enfrente, ya que irse a la otra punta cuando algo se nos hace intolerable, es simplemente una reacción; algo que se hace "en contra de" o " por oposición a",  pero no por elección libre del alma. 
Este actuar oponiéndonos a una situación, a una persona, a un grupo, o a una idea; describe una conducta   cuyo distintivo, es el girar en torno a un eje cuyo tema central,  define nuestra la vida. En esta situación, no hay nada que podamos decidir  porque queremos, -aunque no faltarán argumentos que expliquen una y mil veces, que somos muy diferentes de aquello de lo cual intentamos huir o tomar distancia-; pero sí tendremos argumentos para fundamentar que hemos elegido tal camino, gracias a una cantidad de "CAUSAS" que nos han motivado. 
Cuando las "causas" -y no las naturales circunstancias-, nos motivan a cambiar, en el fondo, podríamos encontrar que reproduciremos una situación similar al actuar empujados y no convencidos.  Es característico del "reaccionario", comportarse igual que aquellos a los que critica; y aunque parezca un ejemplo trillado, en las izquierdas y derechas políticas, más de una vez o casi siempre, no podremos distinguir quien es más o quien es menos autoritario a la hora de imponer sus ideas. Lo mismo sucede con los hijos que se quejan de padres severos, terminando en la adultez por seguir siendo idénticos a lo que siempre habían criticado, y repitiendo: -"al final los viejos tenían razón". 
Este tipo de situación, describe que en lugar de habernos distinguido, nos hemos mantenido igual todo el tiempo; pues ser reaccionarios, no es síntoma de flexibilidad, ni de originalidad, y menos de ser conscientes de la necesidad de cambiar;  por el contrario, nos mantiene en un péndulo que se encuentre en el polo en que se encuentre; oscila por la fuerza que le imprime el impulso y no la decisión que parte del equilibrio.  
Los cambios reales se deciden y llevan a cabo desde el balance y la armonía; y recuerda que el péndulo oscila, pero nunca se independiza del reloj que le marca el tiempo.

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