martes, 19 de febrero de 2013

CONFLICTOS MADRE-HIJA

Los graves conflictos entre madres e hijas, existieron, existen y existirán en el transcurso de la historia de este mundo; y aunque llegado el famoso día de la madre, los negocios, las redes sociales, y los hogares, se llenen de regalitos, visitas, y llamados de teléfono; no son pocas las personas que siendo adultas, se quejan aún de esas mujeres que los ha criado sirviéndole la leche con un dolor que no pudieron evitar transmitir. Como es habitual, suele suceder que los grandes agujeros en estas relaciones, se tapan con grandes dosis de culpa, remordimiento, demandas exageradas, sensibilidad enfermiza, reproches encubiertos y una gran cantidad de represión; tomando a todos estos derivados como "amor", mientras que se trata de "amores equivocados". Por supuesto, allá enterrado en el tiempo y bajo capas de frustración, duerme una demanda que es sin dudas demanda de afecto; sin embargo, lo que se ha vivenciado, dista en mucho de ser un sentimiento sano, nutritivo, y facilitador de "seguridad emocional"; perpetuando en la línea de tiempo y de generación en generación, relaciones  filiales insatisfactorias, con egos infantiles, incapaces de ver que en el propio fondo, se encuentran llorando las infantiles heridas de la niñez.
La relación madre-hija suele tener muchas más posibilidades de conflicto cuando en la misma infancia materna, se vivió al padre como "la presa codiciada", sin poder la madre evitar tomar a su hija como una competidora por el amor de su hombre. Es normal y natural que sea al revés, y que sea la niña quien tome al padre como objeto de amor; no obstante, es necesaria la madurez de la madre, para ver en la hija a una hija, y no a otra mujer que compite por el amor de su pareja. Desde el momento en que la madre lleva en sí el dolor de un vínculo materno insatisfactorio, carente de dulzura, y poco contenedor; la falta se vuelve a transmitir y tenemos generaciones de mujeres peleadas con su madre interior (y exterior), que se han llenado de celos, demandas, inseguridades y posesividad; gustando de estar siempre al acecho de pruebas que le confirmen su importancia. Estas mujeres deforman su afectividad, hasta el punto de no poder ceder su lugar de niña a la niña que ellas mismas traen al mundo; y es por ello que el vínculo madre e hija, se transforma en una competencia de pares niña-niña que es muy difícil de superar.
En la base de todo conflicto de estas características, existe en definitiva, una persona infantil, que no ha podido tramitar su complejo de Edipo, y que sosteniendo aún su posición de niña, se convierte en madre. En ese momento, los conflictos que se encontraban latentes en la mujer, comienzan a hacerse visibles, dado que por lo general, a su vez esta persona inmadura, ha elegido como pareja a un padre  en lugar un PAR. Por medio de este acto electivo sumamente inconsciente, pasa a verse una vez más en situación de competencia con otra mujer al momento de engendrar una niña; siendo ese el modo de perpetuar el pecado de los padres, al menos hasta que alguien sea capaz de hacer consciente aquello que se hereda casi como una maldición.
No es poco frecuente escuchar un "yo hice todo lo contrario que mi madre hizo; e igual las cosas no salieron bien"; no obstante, lo que no se ha tenido en cuenta, es que no se trata de lo contrario ni de la copia, sino de dejar completamente atrás una herencia que primero debe hacerse consciente para poder modificar. De hecho, nada se modifica yendo al extremo opuesto, dado que los extremos de una cuerda, pertenecen a la misma cuerda.
Algo muy diferente es plantearse un lugar DISTINTO en donde tomar consciencia de nuestros deseos infantiles y de nuestra inmadurez. Si no vemos eso primero, dificilmente podamos batallar con una predisposición a ser infantiles por el resto de nuestras vidas.
El vínculo con la madre, es el encargado de dejarnos una base desde la cual aprender  proteger y ser protegidos, y si este vínculo falla, es muy probable que transmitamos nuestras frustraciones y dolor a través del tiempo sobre nuestra descendencia, condenándola a buscar el amor filial, en relaciones que jamás podrán serlo. Es algo realmente difícil hacernos cargo de que Edipo, es un mito de pasaje universal; y no es poco usual escuchar a muchas mujeres negarlo, o decir que "tienen todo superado". No obstante, se hace notorio un caracter infantil, y una gran incidencia de relaciones triangulares; no necesariamente de infidelidad,  o llenas de intentos de conquista tan solo por auto-adulación; sino por vivir en medio de peleas, intrigas, secretos y chismes, que son típicos de quienes quieren guardar algún tipo de poder tendiendte a distanciar a los otros, dañarlos, o ponerlos de su lado como un modo de conquistar lo que considera perdido: su seguridad.
Amigarse con la madre interna, sana los vínculos con el resto de las personas, y evita la creación de conflictos que solo sirven para propulsar juegos de poder. 

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