viernes, 22 de febrero de 2013

LA INSEGURIDAD Y SUS HUELLAS - por Lic. Gabriela Borraccetti

Las personas que no se sienten seguras de sí, apelan  a las cuestiones de imagen y de forma. Mantenerse de punta en blanco en apariencia y actitud es fundamental; así como también estar siempre sonrientes, de buen humor, siempre ecuánimes, nunca emitir un exabrupto, nunca una emoción alejada del centro (según su propio parámetro de centro) o de lo aceptable;  nunca una contestación, nunca un papelón, y nunca un gesto notorio de enojo, cosa de parecer tenerlo todo resuelto.

En estos términos comienza el arduo camino de vivir pendientes de que no se nos noten las "imperfecciones", volviéndonos extremadamente cuidadosos con todo aquello que pueda denotar que la cualidad de  mortal, de ser común y corriente, igual a él, igual a ella, o igual a cualquiera.

Entre otras manifestaciones, se suele tener gran preocupación por el número de lo que nos rodea; cantidad de gente que me saluda, que me apalude, que vive pendiente de mí; y si no es por el número, es por el tipo de personas que son capaces de "seguirme" o declarar con un "me gusta" que soy importante.

También está la actitud del "guía", del sabio, el serio, el ángel o el humilde que jamás se baja del pedestal, dedicándose solo a dar clases, consejos, emanar espiritualidad, superioridad, poder y un cierto aire de ecuanimidad y equilibrio.

Pueden ser tanto grandes detractores como cultores del ego, que en lugar de ser el sano apoyo de su personalidad, pasa a ser el bastón que necesitan para hacer casi cualquier cosa en su vida.  Jamás se aprestan al juego con los otros,  puesto que el juego implica "estar a la par", a la vez que un riesgo y falta total de cálculo y previsión.

Estas personas son extremadamente narcisistas, y no gustan de entablar relaciones de igualdad, sino de superioridad, en donde ocupan algunas veces el escalón de arriba;  mientras que en otras situaciones, -quizá por la fuerza de las circunstancias-, deben ocupar el de abajo...; y eso es lo que temen a la vez que detestan.

Gracias a este enorme temor a quedar en evidencia de su inferioridad, dejando al otro en posición de autoridad; jamás alguien inseguro, se arriesgaría a dar al otro, un lugar de paridad en su vida. El temor a ser criticado es tal, que prefieren guardar lo que piensan, -el resgurardo es constante en su vida-, antes de tener que defender o exponer sus argumentos ante un atacante que imprevisiblemente esté más calificado que ellos. Aún así, el atacante vive en su interior, y esta cualidad cruel y crítica, no solo les es propia, sino que les aparece insitentemente en sus relaciones cotidianas que poseen un real tinte verticalista,.

Lo que temen padecer como externo, se encuentra dentro de sí durmiendo enroscado como una serpiente voraz que todo lo ve, todo lo oye y todo lo critica, saliendo en la oscuridad tanto de de los roperos de la psique, como de los sótanos del alma.

La necesidad de ser lo más parecidos a la perfección, es tan sólo una forma de defenderse de ese sentimiento que aplasta y deja al sentimiento de sí del tamaño de una hormiga que intenta mostrarse fuerte bajo un halo de magnificencia.

Como siempre, fortalecemos afuera lo que llevamos y sentimos débil por dentro.
Lic. Gabriela Borraccetti-Psicóloga Clínica

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