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miércoles, 27 de febrero de 2013

DES-ACUERDOS

En todas las conversaciones que se convierten en discusión, existen puntos de vista totalmente diferentes, formas de pensar radical o parcialmente distintas, y una lente totalmente particular a través de la cual se analiza el tema; puesto que cada quien, parte de una tabla de valores, aspiraciones, creencias y postulados, que jamás pueden igualarse de una persona a otra.
No obstante, y bajo formas bastante comunes de reconocer, los integrantes de la saga, luchan y se debaten por imponer su punto de vista al interlocutor; como si se tratara de "convertir" al catolicismo a un judío, o cambiar la bandera del cuadro de fútbol al fanático del equipo opuesto. Imposible.
Aún así, todos hemos participado de tales escenas, y aunque no lo queramos reconocer, nos hemos comportado como fundamentalistas, fanáticos, y  tiranos, a la hora de respetar a quien opina en forma diferente a nosotros. En no pocas veces, la charla pasa a ser una confrontación, y de confrontación pasa a ser una guerra en donde la adjetivación, -"estás loc@?", "te sentís mal?", "tenés una mala jornada?"; son formas de comenzar con el pié izquierdo en el debate; puesto que pareciera que lo que al final importa, es que el otro "piense como yo", o declarar inválido al contrincante como si eso se tratara de una "lucha" en un ring de boxeo.
No son pocos los que luego de argumentar una y mil veces, salen de una conversación sin haber captado en absoluto, que es lo que el otro le quiso decir; sino que además -y como si fuera poco-, abandonan la "pelea" diciendo que no les gusta pelear, y culpando al otro de su modo de reaccionar. En la mayoría de los casos, pareciera que cada uno se ensaña contra la posición de aque a quien pasa a tratar como "adversario", y gracias a la ceguera absoluta que se enciende por la bronca, se deja de advertir ya sea la perspectiva, o todo punto de acuerdo que pueda existir entre las posiciones. A partir de allí, es como si el desacuerdo, para ser tal, debiera consistir en estar en la vereda de enfrente, viendo al otro como un ser totalmente equivocado, y sin poder otorgarle algo más que un "adjetivo" que lo encasilla y lo encierra en la sin-razón.
En este tipo de intercambio, no queda nada que conciliar, pero quizá una imagen pueda decir más que mil palabras, y quizá debamos recordarla a la hora de los enfrentamientos:


lunes, 25 de febrero de 2013

LAS LUCHAS ENTRE LOS SEXOS - Lic. Gabriela Borraccetti



Cuando un hombre discute con una mujer y se ve superado, o al menos enfrentado de igual a igual, éste le puede decir que:

-tiene un mal día

-le vino el período

-es extremista

-es loca

-es ridícula

-es mala

-bruja

-es conchuda

-es agresiva

-pierde el sentido de la proporción

-se va a los extremos

...y una serie de epítetos que tienden a demostrar que ellos no han dejado de tenerla. Que siempre es y será masculina, y que este preciado tesoro a ellas les falta. 
Tenerla y no perderla en un debate, es fundamental, porque si se quedan sin ella, pueden llegar a pagarlo caro. 

Me refiero a tener-la razón,  O Uds. pensaron en otra cosa?.


A esto alude Freud cuando habla de falo y castración; y es que las luchas por el poder en cualquier ámbito, siempre implican una competencia para ver quien la tiene más larga, poderosa, potente, sapiente, y etc. etc. etc. 
No obstante, cuando discuten ambos sexos, no es infrecuente que se humille a la mujer atacándola con des-calificativos  antes que con argumentos.  La pérdida de la "contienda" para el hombre, equivale psíquicamente  a la pérdida de su miembro viril, y es por ello que, para huir del terreno en el que se siente amenazado por la castración, agrede a la mujer desde lo emocional; cosa de recordarle, -desde la perspectiva infantil de las teorías sexuales que se elaboran en la infancia-, que es ella quien ya ha sido castigada/castrada, y que no tiene forma de detentar el poder/pene que él sí tiene.

Es por este complejo inconsciente que el término favorito más comunmente utilizado como agresión, es el de HISTÉRICA;  dado que proviene de "histerum o útero",  y hace directa referencia a un hueco o cavidad que implica la ausencia de pene. 
Estas teorías infantiles que quedan olvidadas y a posteriori racionalizadas, no pierden su efectividad, y manejan nuestras vida desde las sombras inconscientes.  Aunque en la edad adulta puedan parecernos objetivamente un dislate, constatamos a diario que lo que se disputan las parejas, es  el "falo";  pudiendo llevar éste, el nombre de "pertenencias", "dinero", "trabajo", "sexo", "razón", o cualquier cosa que se haya constituído en "valiosa", y capaz de otorgar "PODER" o "dividir las aguas".


Cualquier lucha entre los sexos, -o incluso entre pares-,  implicará en el fondo al par fálico/castrado. No obstante, es excelente tener en cuenta que siendo las mujeres mucho más fáciles de manipular desde lo emocional, no es bueno caer en la trampa de estos adjetivos que remiten psíquicamente  a lo que no tiene solución; es decir a  la falta, la castración, o la impotencia. Si caemos en esta  red, no sólo no solucionaremos nada, sino que comenzaremos otro round en el intento de negar la falta; con lo cual el problema original pierde fuerza y se consume las nuestras, impidiendo así arribar a algún objetivo. 
Cuando accedemos a hacernos cargo de que todos estamos en falta, las cosas cambian; sin embargo para llegar a ello, hace falta algo más que este artículo, algo más que este aviso, y algo más que la evitación de las jugarretas a las que creemos poder manipular con tal de no vernos... en falta. 

Lic. Gabriela Borraccetti-Psicóloga