sábado, 14 de febrero de 2015

PENSAR CON LAS EMOCIONES

La capacidad intelectual, dicen los libros, deja de incrementarse a los 25 años. En aquel entonces, -cuando era estudiante de psicología-, me parecía un principio exagerado y me ví tentada de criticar el fundamento íntegro de los tests de inteligencia. En parte lo hice, pero la vida me demostró que es cierto que después de determinado momento, perdemos la capacidad de ingresar información nueva, sobre todo, de la que contradiga al chip que tenemos incorporado a nuestra cabeza. A partir de determinado momento comenzamos a alimentar nuestra mente SOLO con aquello que sume más de lo mismo, siendo particular y selectivamente incapaces de soportar en nuestro almacén de datos algo que cuestione lo que ya hemos archivado como verdad absoluta. Perdemos flexibilidad tal como la pierden nuestros huesos y aún así, creemos responder desde la lógica cuando solemos hacerlo dese nuestros apegos y complejos emocionales, volviéndonos discutidores y peleando en todas las situaciones contra un mismo fantasma que tiñe toda nuestra visión de la vida y que proyectamos al exterior cargado con todo lo que rechazamos y excluimos de nuestra consciencia. Por ese motivo, vemos lo que podemos/queremos ver y hasta defendemos posturas infantiles que justificamos diciendo que no se puede mirar la vida en perspectiva, debiendo ocupar siempre un polo al que reaccionamos cuando nos enfrentan desde el polo opuesto. La pérdida de la capacidad de accionar queda suplantada entonces por la reacción, y sin advertirlo, terminamos llamando "coherencia" a la imposibilidad de cambiar un punto de vista.  Así llegamos a vivir siempre en los extremos, cuando nos la pasamos hablando de "Zen" de equilibrio y de justicia que no es otra cosa que el justo medio. Presta atención: cuando una palabra se repite, suele ser porque lo que denomina, falta. Y si falta justicia, -una palabra que recorre el mundo entero-, es porque falta el justo medio al que nadie contribuye.

martes, 10 de febrero de 2015

MANIPULADORES ENCUBIERTOS

Cercano al chisme, que suele circular con contenido tóxico acerca de un tercero ausente, el "hablar en nombre de" suele ser un fenómeno paralelo de un grado no menor, en el que en teoría alguien funciona como la voz y en representación de un tercero que no puede/no quiere/no sabe/no contesta. En esta particular forma de seudo-conexión, hay tres partes que intervienen y cada una puede tomar una actitud diferente ante el hecho.
- Quien no quiere hablar, pide a un tercero que se comunique con quien "desea establecer comunicación", toda una paradoja inicial, ya que es imposible querer decir o preguntar algo a alguien a quien no se dirige la palabra en forma directa, no?. 
-Quien oficia de nexo, asume el papel de mensajero e intermediario que a su vez queda sin voz cada vez que le sea requerida nueva información por parte del receptor final del asunto. De este modo, al no poder responder por sí mismo, tiene que volver a quien representa para preguntarle que es lo que debe responder.  De este modo, y tras que la comunicación es un fenómeno muy difícil en el que apenas dos pueden entenderse sin intermediarios, -para muestra bastan los mensajes de texto, whatsapp, etc.-, reproducimos un círculo vicioso en el que se incrementa exponencialmente el error y el mal entendido. 
-El receptor de la pregunta y quien debe responderla podría ya sea negarse a conversar con un intermediario o, como hacen muchos por no comprender en que tipo de síntoma se están enganchando, aceptaría pasivamente prenderse en la cadena del error y soportar que cada una de sus respuestas, argumentos o palabras a transmitir deban esperar la cadena de re- transmisión a la que es obligado por quien ha propuesto al intermediario que éste ni siquiera  ha elegido.

La gran mayoría de las personas suele ver en la figura del incapaz de dirigirse como alguien autónomo, a un pobre ser "herido" o "damnificado", e identificados con su herida, suelen ofrecerse como apéndices corpóreos de ese mártir al que proyectivamente intentan ayudar.  No obstante, si aguzamos un poco más la mirada, la persona que parece parece jugar el papel principal de la víctima, - indefensa, vulnerable sola, con pocos medios o padeciente de una situación dolorosa o desventajosa-, es quien pone en funcionamiento una especie de mandato que coloca en lugar de objeto tanto al intermediario como al receptor. No solo les impone una "burocracia"comunicacional  por la que deben atravesar sus palabras, sino que las retiene en un juego en donde cada uno pierde la capacidad de hablar en forma directa, pasando a depender que otro diga lo que se podría decir si no existiesen terceros que oficien de innecesarios traductores. 
En síntesis, la supuesta víctima es una persona con un alto grado de manipulación que necesita medir su valor evaluando cuanto le obedecen los demás. Atrévete a negarles tu respuesta o tu intermediación, y verás como un silencio tenebroso o un lastimoso "gracias, yo sabré como arreglarme", intentará hacerte sentir que eres prácticamente un monstruo al que nada le hubiese costado hacer un pequeño favor.