miércoles, 31 de agosto de 2016

ENCRUCIJADAS

Es muy tarde, y estoy caminando por pasillos largos, interminables, oscuros. Una luz de frente se hace inalcanzable, y a medida que avanzo dos pasos, se aleja despiadadamente tres. 

Me detengo frente a una puerta y me hago de coraje para golpear y pedir una frazada. Tengo frío, quisiera descansar mis huesos en algún lugar. Me siento sol@ y quiero perder mi última esperanza en el momento en que digan por última vez que no. Quizá por eso busco un cobijo, cosa de confirmar que he de quedarme a la intemperie y quemar lo poco que me queda de fe. 

Algo así como hacer una apuesta a la vida: si me dan el abrigo sigo aunque la luz se aleje, si no me lo dan, cruzo el puente y me atengo al miedo de lo desconocido. Golpeo, abren la puerta, me miran y no me ven ni me oyen. 

Algunas veces creemos que decidimos, cuando ya no hay tiempo ni modo de darse cuenta que la decisión estaba tomada en lo profundo del alma, cuya decisión había sido cruzar aún con miedo para salir de algo que ya no podemos sostener. 

jueves, 25 de agosto de 2016

3 COSAS QUE NO DEBES DEJAR DE LADO AL TOMAR UNA DECISIÓN

A cada momento la vida nos pone frente a decisiones que en muchos casos, eludimos.

Contestar a alguien, confrontar cuando no estamos de acuerdo, elegir entre el camino de la conveniencia o de la consciencia, son unas pocas de las tantas situaciones que nos obligan a definirnos y pagar el costo que implica descartar algo para elegir una opción.

Por cada elección que realizamos en nuestra existencia, hacemos una especie de balance que no siempre resulta grato, puesto que aquello que quedará del lado de afuera del círculo que enmarca nuestra personalidad, es muchas veces una característca a la que aspiramos aún si no se trata de una cualidad que respeta nuestra esencia. Todos quisiéramos ser de amianto, insensibles ante el dolor o irreverentes ante la culpa. Algunos quisieran parecer a superman, otros imitar a la mujer maravilla y otros más a santos o gurués; no obstante, en una personalidad balanceada, no hay extremos, menos imitiaciones y por eso hay algunas preguntas básicas que haríamos bien  en responder antes de descartar un camino y elegir tomar posición. .


1: Soy LIBRE de decidir?

Cuando tenemos una disyuntiva, no siempre somos tan libres como creemos: nos acucian las voces de nuestros padres, de la sociedad y de lo que "se dice" que hay que tener/ser/parecer feliz.
Solemos buscar muchas veces la dicha, la aprobación o el éxito siguiendo "mandatos" que poco tienen que ver con lo que en realidad nos entusiasma. Por lo tanto es bueno revisar todo lo que se interpone en en la mente como cuestionamiento al propio deseo, debiendo saber si ese argumento es algo realmente válido o algo que se desprende de la culpa o del prejuicio.



2-Lo que voy a decidir, es un paso en dirección a ser quien quiero ser?


Cada decisión es un paso y cada paso construye nuestra identidad. Si lo que voy a hacer me avergüenza, denigra o disfraza, definitivamente el resultado será convertirme en alguien con doble faz que libra una batalla con dos frentes: uno interno, entre una y otra cara-, y otro externo para tratar de convencer y convencernos de que hemos hecho lo correcto. Al final terminamos siendo esclavos de esa impostura, ya que de tanto falsear nuestra verdadera identidad, terminamos por identificarnos con nuestro invento. Pasado un tiempo considerable de llevar la máscara, no sabemos que responder cuando alguien nos pregunta: QUE TE HARÍA REALMENTE FELIZ?. Y sí, hace mucho que no somos nosotros y nos hemos perdido en el camino de las elecciones.


3-Tomo la decisión que tomo con vistas a dar marcha atrás?


En muchos casos, nos imponemos algo que es correcto pero a último momento, llevados por la inseguridad y poca autovaloración, reculamos y cedemos a un impulso que sabemos será motivo de arrepentimiento. En este caso no queremos pagar alguna consecuencia que por el momento, resulta mucho más importante que nosotros mismos.  Poner la vara alta para no poder llegar y dar recurrentemente marcha atrás, genera un sentimiento de fracaso que a su vez  transmite una enorme volubilidad. De este modo, nos volvemos poco confiables para nosotros y obviamente para los demás, cayendo en un círculo vicioso que va de la autocompasión a la autodenigración. Ante esta situación habría que hacerse el favor de no ponerse varas o hacer un gran esfuerzo para autosuperarnos.


Si has evaluado mínimamente estas 3 opciones, lo único que te queda es NO AUTOENGAÑARTE!.