miércoles, 22 de julio de 2015

CONSECUENCIAS DE LA DIFERENCIA ENTRE LO QUE DECIMOS Y LO QUE VERDADERAMENTE HACEMOS Y PENSAMOS

Padres llenos de rencor no pueden transmitir lo que no sienten sino lo que esconden, ocultan, mienten,  se mienten y sienten.
Amigos llenos de envidia, no pueden rodearse de personas que no estén al acecho.
Gente afecta al chusmerío no zafará de estar en boca de chusmas.
Parientes llenos de secretos, no podrán evitar que otros guarden, comenten o critiquen los propios.
Socios tramposos no podrán vivir toda una vida sin que se los trampee.
Hombres picaflores serán alguna vez puestos frente a su forma de tratar a las mujeres, ya sea que lo hagan con cariño o que las cosifiquen o las maltraten
...Y de ahí la famosa frase "todo vuelve".
Sin embargo, tendemos a  pensar de un modo demasiado simple en estas cosas, creyendo que esta "vuelta" de lo mal hecho, aprendido, actuado o tan solo pensado, sucede en forma lineal, es decir que si fui falso con un semejante, ese semejante será falso conmigo, pero la cosa es bastante más complicada.
Supongamos que soy comerciante y engaño de algún modo a mis clientes: les vendo basura a un precio totalmente inmerecido. Es seguro que me justifico hablando de que la vida está cara, de que no alcanza, de que los impuestos y bla, bla, bla;  pero si existe consciencia de estar sacando una ventaja inmerecida, por más que nos justifiquemos, habrá un momento en el que tengamos que pagar esa diferencia a nuestro desfavor. El fraude podrá venir entonces de mano de un familiar, un compañero de trabajo, un@ novi@ o quien quiera que sea que comparta algo con nosotros. Son muchas las personas respetables que sufren de "accidentes" de la vida que son en apariencia, inmerecidos.
Un ejemplo totalmente comprobable es el de esos señores que viven hablando de "minas" (mujeres en el lunfardo argento), y alardeando del "caramelo que se comieron", -obviamente en alusión a alguien tiern@, dulce, bell@-, baboseándose con fotos de traseros y lolas exuberantes o parándose en la vereda o en medio de la peatonal para darse vuelta y propalar alguna barbaridad a una chica que pasa en calzas ajustadas. Por más "princesa" que cuiden en su hogar, por más "bebota" que les parezca su hija, alguna vez la niña crecerá y tendrá un novio que haga exactamente las mismas estupideces que ese papá, que amargamente se preguntará en que falló. En ningún momento relacionará el sufrimiento de su hija con el verdadero concepto de mujer que lleva y practica a escondidas.  HE AQUÍ EL PROBLEMA: lo que se transmite no necesita ser visto sino ser simplemente una cualidad o defecto de la persona, motivo por el cual, podemos devanarnos los sesos toda la vida o masticando rencor creyendo que la vida nos engañó, cuando en realidad los que nos estamos engañando, somos nosotros mismos.
Para graficar de que se trata esta "transmisión" de lo que se oculta, podemos pensar en esas personas que se hacen una cirugía estética con el objetivo de embellecer su exteriorirdad, pero al momento de tener un hijo, no podrán impedir que éste llegue reproduciendo los verdaderos rasgos.
Por más que muchas corrientes pseudo psicológicas quieran negar este hecho, no hay forma de transmitir algo simplemente desde el discurso: nada se modifica gritando "ni una menos!!!!" si no nos fijamos cuantas agresiones, cuantas mentiras, cuantas conductas vergonzantes ocultamos por día. Tampoco podemos rasgarnos las vestiduras contra los corruptos cuando en un gran porcentaje, si encontramos dinero en la calle no lo devolvemos, o cuando, si se nos da la oportunidad, dibujamos una sonrisa, un sentimiento, un valor o un sentimiento que no poseemos. Todo lo que transmitimos a los que nos rodean, -en especial a nuestros hijos-, es lo que SOMOS REALMENTE, no lo que fingimos, discurseamos o adornamos.
Si realmente deseamos cambios, hay que emprender la ardua, difícil y terrible tarea de arrancarle a nuestro ego las mentiras con que nos alimentamos para ver en nosotros todas las justificaciones mientras acusamos a otros de todos nuestros defectos. La corrupción es la tergiversación de una verdad, un hecho, un pensamiento o todo aquello que ocutamos incluso a nuestros ojos por considerarlo feo, vergonzante, estigmatizante, inaceptable, extremo, falto de valor, rechazable, etc. Todo lo que ocultamos y nos ocultamos, tiene su modo de hallar el camino de "vuelta" a casa.